LA AMABILIDAD
Ser amable consiste en “ofrecerse a ayudar en caso de que otra persona necesite ayuda.” La amabilidad es una forma de dirigirnos a los demás.
La amabilidad es una muestra de afecto muy bonita hacia los demás que hace que las personas se lleven bien.
Disfrutamos siendo amables, gozamos si alguien es amable con nosotros. Un gesto, una sonrisa, una atención, una palabra dulce: obsequios del afecto que pueden transformar felizmente nuestro día.
Es bonito y agradable encontrarse con alguien que lo trate a uno con amabilidad, cariño, respeto y paciencia. Uno se entusiasma e incluso motiva, se produce un ambiente positivo el cual uno tiende a agradecer correspondiendo con amor y afecto. Por ello quizá se diga que amable significa “digno de ser amado”.
Las personas amables inspiran una palabra: “gracias”, “gracias por tu amabilidad”. Para despertar el aprecio de los demás no se necesita nada más que un poco de amabilidad.
Practicar la amabilidad es generar una buena opinión de nosotros en los demás.
Ser amable implica que los demás acaben por decir de nosotros que somos “un sol”. Si las personas buenas van al cielo, seguro que muchas de ellas lo hacen mediante el camino de la amabilidad.
La amabilidad es una herramienta invencible capaz de arrasar con los malos humos, apacigua los caracteres fuertes, y el resentimiento de aquellas personas a las que parece que siempre les aprieta un zapato. Es difícil que sean descorteses con quien está siendo tan amable. Tan solo los ogros son inmunes a la amabilidad y osan no amar a quienes son amables con ellos. Pero incluso ante ellos merecería quizás la pena persistir en la amabilidad.
La amabilidad es un recurso interno disponible para ser usado en el día a día con las personas con las que nos tratamos.
Siendo amables experimentamos una agradable sensación de bienestar y placer gracias a que nuestro cerebro derrochará endorfinas, las conocidas popularmente como hormonas de la felicidad.
Quizá muchos de nosotros en muchas ocasiones no somos amables, pero es por desconocimiento. Si hiciésemos un ejercicio de introspección nos daríamos cuenta de que cuando somos más amables sentimos más paz interior.
Afrontar el día, la noche y la vida misma con amabilidad conduce al éxito.
La amabilidad es un signo de grandeza de espíritu.
La auténtica amabilidad es un rasgo de fortaleza y no debe confundirse con la sumisión o el deseo de complacer en contra de nuestros deseos o intereses, o incluso de nuestro propio bienestar.
La amabilidad es una cualidad en la cual se combinan el amor, la comprensión, la empatía y la generosidad, pero para que sea una auténtica virtud debe estar libre de segundas intenciones, incluida la autoestima.
Es bello cuando nace de uno espontáneamente el ser amable y no se buscan motivos ni beneficios para serlo. Nuestra actitud será una bendición siempre que nos entreguemos a los demás con un espíritu completamente abierto y sin egoísmos. La sublimación llega no cuando uno piensa que siendo amable será más feliz sino cuando a uno le nace del alma ser amable.
La amabilidad siempre es bien recibida. La amabilidad se contagia y se expande.
La amabilidad ablanda los corazones y convoca al ángel que todos llevamos dentro.
De la misma forma que la amabilidad ajena aumenta nuestro buen humor la nuestra repercute de la misma forma positiva en los que nos rodean.
La amabilidad abre puertas, te hace la vida más fácil y las sonrisas y favores suelen ser devueltos. Siempre es mejor acercarse con una sonrisa que con mala cara.
La repercusión de un gesto amable es desconocida. Es sabido que puede generar un gran impacto. Puede llegar lejos, muy lejos. Porque la amabilidad una vez ofrecida, cobra vida propia.
La amabilidad de tu carácter puede contagiarse. Es decir, que si eres amable con los animales podrás serlo también con los amigos o si lo eres con la familia también lo podrás ser con los vecinos.
Debido a que la amabilidad favorece el entendimiento, la amabilidad que ejerzas en tus relaciones será inversamente proporcional al número de enfados y peleas que surgirán en tu día a día. Lo contrario a ser amable es ser grosero y cuando uno es grosero la suele cagar.
A primera vista puede decirse que ser amable es positivo pero para tener una visión de conjunto les aconsejo encarecidamente que lean el capitulo 47 titulado “Ser amable no cuesta mucho, pero ser demasiado amable puede salirle muy caro” del libro “101 cosas que ya sabes pero siempre olvidas” de Ernie J. Zelinski en donde se nos muestran los sutiles inconvenientes del ejercicio de la amabilidad y sus causas.
Si llega a ser cierto como dice la psicología moderna que no nacemos siendo amables, que la amabilidad no es innata eso quiere decir que la vamos aprendiendo cada día, que al ser amable estamos con nuestro ejemplo enseñando a los demás a serlo, especialmente a los niños. Y por otra parte como nunca es demasiado tarde para aprender algo nuevo y mejorar tampoco lo es para aprender a ser amable o serlo si cabe más.
La amabilidad es uno de los más eficaces impulsores de cohesión social. La amabilidad cohesiona y la agresividad disgrega. Ser una persona amable y generosa te hace percibir a los demás de forma positiva y fomenta la colaboración.
Pero seamos realistas: nadie puede ser 100% amable en esta vida.
Y tú, ¿eres amable o un cardo borriquero? En estos momentos de crisis lo mejor es sacar lo mejor de nosotros mismos y una de las mejores cosas que tenemos es la amabilidad. Y recordad la amabilidad no sólo es barata sino gratis y, es más, rentable.
Bueno, pues esto es todo sobre la amabilidad. Así que… que os den…!! JAJA!!
Hola reporteros manchegos, nos gusta mucho vuestro blog, continuar animandonos, divirtiendonos, entreteniendonos...¡¡Buen trabajo chicos!!
ResponderEliminarUnas seguidoras Manchegas